Hoy en día tenemos la suerte de contar con miles de libros entre los que podemos elegir. En algunas ocasiones, no necesitamos pensarlo mucho y compramos un título directamente gracias las críticas que hemos oído o a nuestra fidelidad hacia un autor. Sin embargo, hay otras veces en las que entramos en una librería con la idea de pasear entre las estanterías y comprar lo que nos apetezca en ese momento. Es entonces cuando las portadas toman su papel más importante: el de atraer al lector.
¿Qué hace que un libro llame nuestra atención por encima del resto? ¿Qué tiene ese libro que no tengan los demás para que nos domine el impulso de sacarlo del montón y llevárnoslo a casa? La portada, sin duda, es una parte muy importante en esta elección. Y es que los seres humanos somos muy visuales y nos dejamos llevar por lo que vemos a cada momento, y no podía ser menos a la hora de elegir al compañero con el que pasaremos nuestras horas de lectura.
Pero como con los amores a primera vista, los flechazos con las portadas de los libros también pueden jugarnos malas pasadas. Supongo que, como a mí, os habrá ocurrido en alguna ocasión el haber comprado un libro porque tenía buena pinta y luego, al profundizar un poco, no había por donde cogerlo. Es algo que suele pasarme con los best-sellers, porque si bien es cierto que los hay de buena calidad, hay muchos que son sólo fachada y mucha publicidad.
No obstante, también puede ocurrir al contrario, y una novela con una portada insulsa o incluso antiestética, puede llegar a ser una obra maestra inesperada. Me sucedió, por ejemplo, con «El lobo estepario», de Hermann Hesse. Lo encontré por casualidad en un contenedor de basura y yo, que soy una especie de rescatadora de libros olvidados, me lo llevé conmigo. Aparte del deterioro que había sufrido, era una edición bastante pobre y no me daba muchas esperanzas de que me fuera a gustar. Pero eso de «la belleza está en el interior» se hizo realidad con este libro, y ahora resulta que es uno de mis favoritos a pesar de todo.
De todos modos, si tienes pensado publicar algún día, la portada es algo con lo que debes tener mucho cuidado. Ésta será tu carta de presentación frente a tus posibles lectores e, inevitablemente, te hará ganar o perder ventas. Una portada mal elaborada es uno de los fallos más comunes de los libros autopublicados ya que, al no contar con el respaldo de una editorial experimentada, es mucho más complicado crear una cubierta decente. Aún así, es muy importante que, por lo menos, no se dé una imagen de dejadez, falta de profesionalidad o mal gusto.
Pero no sólo se ven afectados por esto los libros autopublicados, sino que también hay muchos de editorial cuyas portadas ahuyentan lectores. Un ejemplo, en mi opinión, son las de las novelas románticas. Por suerte, en los últimos tiempos se han ido refinando poco a poco y ahora hay muchas que son bonitas y elegantes; pero no me digáis que no eran horribles esas típicas portadas con los protagonistas semidesnudos, que tanto han contribuido a devaluar el género y que muchas veces obligaban a sus lectores habituales (entre ellos me incluyo) a forrar las cubiertas para que los demás no creyeran que estaban leyendo, como mínimo, pornografía.
En resumen, son muchos los factores a tener en cuenta para que un libro tenga éxito, pero siempre habrá más posibilidades de triunfar cuando la cubierta induce a adentrarse entre sus páginas. ¿Y tú? ¿Eres de los que juzga un libro por su portada?